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Los retos del funcionario ante el Estatuto Básico del Empleado Público Publicado el 23/06/2008, por Julio Gómez-Pomar. Director del Centro PwC&IE del Sector Público. Los primeros aires que nos trae el EBEP con ocasión del comienzo de esta nueva legislatura no son precisamente muy esperanzadores. El Vicepresidente
Solbes ya ha lanzado el aviso a navegantes de que hay muchos aspectos
del EBEB- aquellos que conllevan mayor gasto público- como la carrera
profesional o la mayor productividad derivada de un mejor desempeño,
que deben ser aplazados ante la actual coyuntura económica. La primera cuestión
que se plantea con el EBEP y así lo han señalado la mayor parte de los
autores que se han ocupado del mismo es su carácter “excesivamente”
básico. Es decir, remite a la regulación de cada administración
territorial cuestiones importantes como las retribuciones
complementarias, la carrera profesional, la evaluación del desempeño o
la función directiva. Una segunda implicación para los funcionarios va a ser la implantación de los sistemas de evaluación del desempeño. Aquí quisiera realizar dos afirmaciones: Primera, que es indispensable evaluar la actividad de la administración y de los empleados que la sirven. Segunda, que la evaluación del desempeño tiene muchas finalidades y la más importante no es la de vincular la retribución al rendimiento. Muchos modelos de evaluación del desempeño en administraciones públicas europeas han fracasado, incluso han producido desánimo y frustración, por haberse implantado mal y atendiendo a una exclusiva finalidad de control. La cuestión más importante del EBEP es, a mi modo de ver, la carrera profesional, tanto vertical como horizontal. Por tanto, si no se desarrolla por motivos presupuestarios, más vale que se guarde el Estatuto entero en un cajón. La función pública española no puede aguantar más sin un modelo de carrera profesional. Las mejoras retributivas y profesionales no pueden estar vinculadas exclusivamente al cambio de puesto de trabajo. Ello conduce, como todos sabemos, a una movilidad continua y a una competencia permanente entre departamentos y centros por conseguir mejores RPTs para atraer funcionarios de otros puestos. Por último, el único artículo dedicado a la función directiva no pinta bien. Cualquier regulación que de un paso atrás sobre la profesionalización y que no sea consistente con la que hoy establece la Lofage para Directores Generales y Subsecretarios hará perder a la administración el terreno ganado en muchos años en este espinoso asunto. La regulación básica del EBEP debería haber sido coherente con la Lofage en este punto y debería haber establecido la formación como el requerimiento básico para acceder a la condición de directivo público. [1] Acuerdo Administración-Sindicatos para la ordenación de la negociación colectiva en la AGE de 20 de mayo de 2008 |