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CINCO DÍAS - ECONOMÍA   

1 de octubre de 2003    


Dudas sobre la productividad

Carlos Sebastián

Las previsiones macroeconómicas, en lo que se refiere a los grandes agregados, que acompañan al proyecto de Presupuestos para 2004 son relativamente creíbles por primavera vez en los últimos años. Un crecimiento del PIB del 3%, con un aumento del 3,3% de la demanda interna, no es improbable, aunque pueda calificarse de optimista esperar una contribución negativa del sector exterior de sólo 0,4 puntos, cuando este año va a ser de casi un punto. La debilidad de los países de la zona euro y la apreciación de la moneda única no son buenas noticias para nuestras exportaciones. Y el mayor dinamismo del consumo privado y de la inversión en equipos incidirán expansivamente sobre las importaciones, pues ambos componentes son bastante intensivos en bienes importados. Pero, en cualquier caso, un crecimiento del PIB en el intervalo 2,7%-2,9% parece perfectamente viable y esto supondría una desviación mínima respecto de la prevista en el proyecto de Presupuestos. Mucho menor de la registrada en los últimos ejercicios.

No aparece en el escenario macroeconómico para el 2004 una previsión explícita para el IPC. Pero en la presentación de las principales líneas de gasto, se reitera que 'se garantiza el poder adquisitivo de las pensiones, incluyendo una revalorización del 2% para 2004'. Se mantiene, pues, tal como se ha hecho en los últimos ejercicios, una previsión de inflación del 2%. El argumento, reiterado hasta la saciedad, de que ésa es la previsión del Banco Central Europeo, que es la institución responsable del control de la inflación, resulta de difícil comprensión. En primer lugar, el 2% del BCE no es una previsión sino un objetivo, una norma de referencia para guiar la política monetaria. En segundo lugar, es para el conjunto de la eurozona y España puede tener una inflación diferente, como efectivamente sucede. En tercer lugar, una previsión gubernamental realista sería una referencia útil para la fijación de precios y salarios y contribuiría a una mejor programación de los responsables de decisiones económicas. En este ejercicio tampoco va a alcanzarse esa previsión de inflación del 2%.

De los programas de gasto con incidencia sobre el crecimiento de la economía, mantiene un crecimiento muy moderado el destinado a ampliar y mejorar las infraestructuras. Desde 1998 la inversión de las Administraciones públicas se ha mantenido en el entorno del 3,4% del PIB, cuando en los 10 años anteriores superó el 4%. Ello explica que se haya desacelerado notablemente el proceso de convergencia con la UE del capital público por persona. Entre 1985 y 1995 se pasó de un 40% del nivel medio de la UE a un 71%, mientras que en 2002 se encuentra en un 82%. El argumento, que no se ilustra con cifras, de que parte de la inversión en infraestructura la está haciendo el sector empresarial público, puede ser válido para explicar la caída de la ratio gasto público en inversiones / PIB (aunque, entonces, el déficit público no sería cero), pero no para rebatir la menor convergencia con la UE, por la forma en cómo el Banco de España calcula esas ratios.

Aunque uno tiene muy serias dudas de que el preocupante comportamiento de la productividad en España pueda ser enderezado mediante programas públicos de gasto en I+D, el impulso de la investigación desde los Presupuestos sigue siendo pobre. Para desesperación de una clase científica que, pese a sus limitaciones, ha mejorado notablemente en los últimos quince o veinte años y que ahora se plantea si no hubiera sido una mejor opción personal haberse ido a -o haberse quedado en- centros extranjeros. Con la pérdida de capital humano que eso supondría.



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