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Expansión Directo - Economía
21 de abril de 2001


El fin de la peseta "negra"

Leslie Crawford, de Financial Times.

A poco más de ocho meses de la llegada de la nueva divisa europea, los evasores de impuestos se apresuran a reciclar sus fortunas.

La llegada de billetes y monedas en euros a partir del próximo 1 de enero presenta un problema a muchos españoles: qué hacer con todas las pesetas acumuladas en colchones para no pagar impuestos sobre ingresos no declarados.

Los economistas calculan que existen entre 4 y 10 billones de pesetas negras, lo que equivale entre el 4 y el 10% del PIB.

El dinero negro, que los españoles denominan dinero B, se usa para pagar automóviles, transporte, salarios en los sectores de construcción y agrícola, y bienes y servicios para los que no se necesitan facturas oficiales. Es el carburante que lubrica las pymes, que han perfeccionado el arte de la contabilidad dual: una cuenta para el recaudador de impuestos y otra guardada bajo llave.

El blanqueo de dinero B ha generado una industria con vida propia. Para los pudientes existen boutiques financieras, presididas por abogados con apellidos de peso, calificaciones impecables y contactos turbios, y que son especialistas en transformar el dinero B en dinero A o en dólares, libras esterlinas o francos suizos.

La mayoría de españoles no pueden pagar por dichos servicios y, por tanto, se arriesgarían a ser el punto de mira de las autoridades tributarias cuando intenten canjear sus pesetas negras por euros durante el primer trimestre del próximo año. La peseta dejará de cursar de manera legal el 1 de marzo de 2002, aunque se podrá canjear en bancos.

El Banco de España, que teme una crisis de liquidez, está modificando los términos para facilitar las cosas a las personas que dispongan de pesetas negras. A partir del 1 de enero, los españoles podrán cambiar sumas de dinero no superiores a los 2,5 millones de pesetas en euros sin tener que acreditar identidad o explicar la procedencia del dinero. Los cheques por valor de 500.000 pesetas tampoco requerirán identificación.

Los funcionarios del Banco de España están más preocupados en familiarizar a los consumidores con el complicado tipo de cambio un euro vale 166,386 pesetas y en asegurarse de que cada ciudad y pueblo disponga de suficientes euros para que los negocios transcurran sin interrupciones.

El cambio supondrá la operación logística de mayor envergadura acometida en España. La distribución de dos mil millones de billetes y ocho mil millones de monedas, que pesan 37.000 toneladas, empezará en septiembre.

Sin embargo, los titulares del dinero B seguirán siendo sospechosos, y han recurrido a otras medidas para obtener valor de una divisa que se aproxima a su fecha de caducidad. Su solución preferida ha sido la propiedad inmobiliaria, impulsando el mayor auge de la vivienda desde finales de la década de 1980. Los precios de la vivienda se han incrementado un 27% durante los últimos dos años y un 55% en regiones con más recursos como las Islas Baleares.

El aumento del precio de la vivienda ha fortalecido el sector de la construcción, otro sostén clave de la economía sumergida, ya que se construyeron más de medio millón de viviendas el año pasado.

Sin embargo, estas estadísticas desestiman las cantidades de dinero negro que se están invirtiendo en la propiedad inmobiliaria. Para evitar impuestos sobre el capital, compradores y vendedores acuerdan un precio oficial artificialmente bajo. Y con el dinero B se nota la diferencia.

Las mejoras de la vivienda y renovaciones de edificios, que desgravan impuestos, son otras de las prácticas habituales de blanqueo del dinero B. Los españoles nunca se han sentido tan orgullosos de sus casas, o Madrid más elegante, que en los últimos meses de la existencia de la peseta. Así, grandes cantidades de dinero B se han utilizado en cirujía estética y tratamientos odontológicos.

Los economistas creen que la mayoría de los españoles se han dado cuenta de lo que podían hacer con su dinero B. La conversión del euro cuenta con un gran apoyo público, sobre todo debido a los bajos tipos de interés y la estabilidad financiera que ha acompañado a España desde que se incorporara a la Unión Económica y Monetaria de Europa.

En cualquier caso, es poco probable que el dinero B desaparezca. Los hábitos de evasión fiscal no cambian con un simple canje de divisas. La única diferencia es que, a partir de enero, el dinero B será denominado en euros en lugar de pesetas. Pocos españoles dicen que lamentarán la desaparición de la peseta.

Desde su concepción en 1868 ha vivido guerras coloniales y civiles, regímenes de tipos de interés fijos y variables, fugas de capital y diez devaluaciones desde 1959. En la era de Franco, la moneda tenía grabada una imagen suya y las palabras Caudillo por la gracia de Dios. El último billete de la peseta se imprimió en noviembre. Sólo el gobernador del Banco España, Jaime Caruana, y el ministro de Economía, Rodrigo Rato, estaban allí.

Como las monedas de Franco, las últimas pesetas en circulación están destinadas a convertirse en artículos para los coleccionistas pagados, seguramente, con dinero B.



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